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Esta ciudad prehispánica fue una de las más grandes e influyentes al momento de la llegada de los españoles en el siglo XVI, siendo la capital del Señorío Tarasco. Desde aquí se tomaban las decisiones políticas, económicas y religiosas más importantes que afectaban un vasto territorio, abarcando casi la totalidad del actual estado de Michoacán, así como partes de Guerrero, el Estado de México, Guanajuato y Jalisco.
La ciudad se levantó sobre amplias terrazas y grandes plataformas que se acomodan en las laderas de los cerros Yarahuato y Tariaqueri. Sobre estas estructuras se construyeron casas, edificios religiosos y administrativos. Aquí residieron los Señores Uacúsechas, también conocidos como los “Señores Águila”, líderes de este poderoso señorío, quienes, a través de una dinastía hereditaria, gobernaron la región.
La antigua ciudad albergaba los espacios rituales más sagrados, incluyendo plazas y yácatas (basamentos piramidales), y era además la residencia del Irecha o Cazonci, la máxima autoridad del imperio purépecha.